jueves, 15 de enero de 2015

NADA CUESTA SOÑAR (Cuento)

Por: Pablo Enrique Medina Sanginés.


NOTA: Publico este cuento para que sea utilizado por los alumnos a quienes sus profesores se lo han dejado como trabajo (comprensión lectora) para este periodo vacacional.  Aprovecho la oportunidad para agradecer a los docentes  por haber tomado en cuenta este mi cuento.

-       Ilustración con imágenes de Google.


El cuento “Nada cuesta soñar”, con el seudónimo “Leñador”, obtuvo el 2do. Puesto en el XIV Concurso de Cuentos y Leyendas (Año 2003) convocado por Radio Cutivalú – Piura.



NADA CUESTA SOÑAR

“Pensar que es fácil terminar con la corrupción es estar loco, pero hay que acabarla para que los pueblos progresen”.
Federico Juan Ayón Talledo.


Pese a los innumerables motivos para estar triste, como la desocupación, el hambre, la violencia y, sobre todo, la inmoralidad, los habitantes del pueblo de San Miguel ponían de manifestó su alegría y emoción y cumplían fielmente con la celebración de las fiestas de todos sus santos y vírgenes, sacando a relucir en ellas sus ancestrales costumbres.

En una de esas fiestas religiosas, cuando la gente gozaba de la retreta que viene luego de las vísperas y esperaba la hora de la quema del castillo y los fuegos artificiales, incursionó en la plaza de armas un loco conocido como “Chicharras”, quien empezó a atajar a los paseantes y a voz en cuello les quería obligar a caminar en una sola dirección.  La gente alborotada y temerosa se dispersaba velozmente, llegando las autoridades a solicitar a la policía su intervención para desistir a “Chicharras” de su empeño, lo que se logró encerrándolo por esa noche en un calabozo.

A la fiesta siguiente, por la misma actitud, el loco “Chicharras” nuevamente visitó las malolientes y pulgosas celdas de la cárcel del pueblo, pero aquello no lo hizo amedrentarse sino que, al contrario, su obsesión se hizo más fuerte, teniendo una tercera intervención cuando se celebraba por todo lo alto la fiesta patronal y la concurrencia era masiva en la plaza.

En la retreta de aquella ocasión paseaban en la plaza los pobladores y todas las autoridades, quienes para la ocasión habían programado un homenaje al santo patrón de la ciudad.  Cuando se probaba el equipo de amplificación que sería utilizado por las autoridades para sus discursos y peroratas de homenaje, “Chicharras” se filtró hasta ahí y tomando el micrófono hizo sentir su voz, la que llenó el espacio llamando la atención de la concurrencia que sorprendida escuchaba de labios del loco palabras llenas de cordura y coherencia.

-¡Queridos hermanos…, amigos del alma!  Me he permitido usar este aparato para pedirle un favor.  Por piedad no me lo quiten, escúchenme todos.  Varias veces he intentado que me oigan y que hagan algo por lo que se me dicta desde muy dentro de mí-
Nadie osó quitarle el micrófono, todos habían quedado paralizados por la sorpresa, y lo dejaron continuar.

¡Quiero pedirles, hermanos, que me obedezcan, que por lo menos den el gusto a este pobre hombre que les habla, y que todos paseen y caminen en una sola dirección.  Hago esta invocación como un homenaje al santo patrón que hoy veneramos.  Denme ese gusto y se los agradeceré eternamente-  Y levantado el brazo derecho y señalando el norte con el índice agregó:

-¡Caminen hacia allá!

Después de despejado el asombro vino el cuchicheo entre los asistentes, y todos, incluyendo las autoridades, empezaron a marchar sobre la enorme plaza en la dirección que había indicado el loco, mientras éste, al ver que todos le obedecían, una amplia sonrisa se le dibujó en el rostro y se quedó ahí, en el centro de la plaza, contemplando complacido su triunfo.

A los pocos minutos, cuando los hombres, mujeres y niños habían dado unas cuantas vueltas y se disponían a dispersarse creyendo que habían complacido al loco, o que habían cumplido con “seguirle la corriente”, todos sintieron que el piso de la plaza giraba en sentido contrario al que marchaban.  Todos experimentaron una especie de vértigo y el giro de la plaza se hacía más rápido.  Todo se hizo silencio y las luces se apagaron.  Sólo la luna bañaba con su luz plateada los cuerpos de los paseantes que optaron por abrazarse fuertemente y sentarse buscando protegerse.

Luego de un rato, que fue toda una eternidad, la plaza dejó de girar, volvió la luz y todos quedaron sin saber qué hacer, atinando sólo a buscar con la mirada al loco, pero éste había desaparecido del centro de la plaza.

Pasado este fantástico evento su pudo percibir en los concurrentes una gran tranquilidad, como si nada hubiese pasado.  Todos gozaron luego de los actos celebrantes programados para esa noche como parte de la fiesta patronal.  La gente parecía más alegre, y así lo demostró bailando al compás de la banda de músicos y divirtiéndose en la quema del castillo, el juego de la “vaca loca”, el lanzamiento de globos y fuegos artificiales.  Terminado todo, cada uno de los asistentes se dirigió a sus casas con una extraña sensación de alivio y de paz interior.

Lo extraño de este caso fue que en los días que siguieron, nadie comentó al respecto, parecía que nada había sucedido, pero las conductas de las personas dieron un cambio espectacular.  La gente se volvió más solidaria, más sincera, presta a servir desinteresadamente.  Las autoridades cambiaron también en su actuación haciéndose más asequibles, dejando de gobernar sólo para sus partidos y empezaron a organizar al pueblo y trabajar honestamente con él.  Muchas personas de probada conducta torcida, aquella noche se transformaron en gente buena y correcta.  Las autoridades que veían la corrupción cotidianamente campeando alrededor y que la habían tomado y aceptado como un hecho común y para su propio beneficio, la empezaron a despreciar, y todo ese caudal de coimas, componendas, sobrevaluaciones, sobornos, arbitrariedades y mil desordenes, quedó atrofiado ante el surgimiento de mentes honestas e inteligentes que día a día iban dando valor a esta nueva forma de vivir y de gobernar.

El resultado de aquel fenómeno se vio con mayor claridad muchos años después, cuando todos los pueblos piuranos, como envueltos y bañados por una ola de honestidad contagiosa, empezaron a imitar el comportamiento de las autoridades y ciudadanos “sanmiguelinos”, constituyéndose por entero en la región mejor organizada y llena de prosperidad y grandeza.  En ella se dio por respetar la autonomía de todos los pueblos y se gobernó recién con verdadera democracia porque se empezó a sentir que el gobierno era del pueblo y para el pueblo.  La conciencia de los hombres se hizo sabia y cada elección para designar al Presidente Regional, Alcalde o Gobernador, era una clara demostración de sabiduría porque se elegía libremente al mejor vecino, al que cada uno de los electores lo sometía a una seria evaluación que lo convenciera que era la mejor opción y que garantizara el adelanto de sus distritos o provincias.  Lejos quedó el voto por consigna, los partidos políticos se olvidaron de sus pre electoreras campañas llenas de insultos y falsas promesas, intrigas y calumnias, reemplazándolas por la presentación de proyectos y programas realizables, ahogando a la demagogia y la mentira.  Las justas electorales jamás fueron motivo de división entre paisanos porque el candidato ganador llamaba a todos sus “rivales” para usar de sus programas todo lo rescatable posible.  

Borrada quedó la costumbre de pintar las paredes con propagandas electorales que tanto dañaban y afeaban al pueblo.  Así, la gente se fue haciendo feliz y sentía que no era engañada, estafada, burlada o robada, mientras que las autoridades fueron ganándose el respeto y la consideración de todo el pueblo, el que confiaba plenamente en su labor y respaldaba sus decisiones.  Se empezó a practicar el honor, pues se dieron casos en que, cuando la autoridad creía no estar cumpliendo con la misión encomendada por el soberano pueblo, ponía a disposición su cargo y se retiraba a colaborar en su papel de simple ciudadano.

La región piurana se convirtió en el modelo de las otras que fueron surgiendo con el transcurrir del tiempo.  Se supo aprovechar adecuadamente sus recursos y se subsanaron conflictos que algún día surgieron entre los sectores de producción, movidos por intereses políticos y de grupo que frenaban el desarrollo de la región.  Con ello, los puestos de trabajo se multiplicaron y cada familia empezó a generar su bienestar económico, desapareciendo las entidades de ayuda social, pues el desempleo y las necesidades fueron mermando hasta liquidarse.  La producción minera, pesquera, agrícola y ganadera supo colocar en los mercados sus productos generando divisas, las que se transformaron en obras para los pueblos, como escuela, viviendas, puestos asistenciales de salud, carreteras, servicio de luz, agua y desagüe, puentes, caminos, etc.  Se optó por hacer algunas privatizaciones para poder financiar los presupuestos regionales, pero las autoridades, para tomar tales decisiones, fueron consecuentes con el futuro de la región y pusieron una dosis de consenso.

Los pueblos piuranos supieron, sí, guardar su propia identidad porque se enseñó a amar al pueblo donde se nace.  En las escuelas y colegios, aparte de la historia general del Perú y de la región, se dio inicio a la enseñanza de una historia local que era de carácter obligatorio, con lo que se enriqueció la historia de la patria y se elevó el sentimiento de amor al terruño.

Las autoridades se convencieron que la educación y cultura eran las bases para el progreso de los pueblos, por lo que dirigieron su acción a estos campos mejorando la situación de los educadores que se convirtieron en los responsables del cambio progresivo de la juventud.  Se crearon organismos que rescataba a los jóvenes talentosos y les proporcionaban becas de estudio convirtiéndolos en excelentes profesionales que hacían quedar muy bien a la patria.  Se apoyó al arte, el nacimiento de artistas, en todas las ramas, fue abundante.

Y al volver, después de muchos años, la mirada al pueblo de San Miguel, lugar desde donde quiméricamente partió la transformación de toda la región, se le observa a éste completamente cambiado.  Los últimos adelantos tecnológicos lo han invadido, el orden y control que en él se ven invitan a quienes los visitan, a quedarse a gozar de sus comodidades y aprovechar las oportunidades que ahí se presentan.  Todo es nuevo, sólo se han conservado los monumentos históricos y la inmensa plaza en cuyo centro luce imponente la estatua del Héroe de Angamos cuya mirada se pierde en el horizonte como oteando al enemigo para repetir aquella inmensa e inolvidable lección de valor en defensa de la patria.

En aquella plaza, tarde a tarde, se reúne mucha gente para departir y conversar de diferentes temas y recordar tiempos difíciles, llamando la atención la presencia de un personaje entrado en años, elegantemente vestido, que acude a ella diariamente, periódico en mano, para enterarse de las últimas noticias.  Todos lo saludan con respeto.  Los más viejos comentan que estuvo perdido de la razón y que, en ese estado, una noche de fiesta y de fábula, hizo caminar hacía un mismo rumbo a la gente en esa misma plaza, para luego desaparecer de la ciudad, volviendo después de un largo tiempo, completamente sano.

Pese a los innumerables motivos para estar triste, como la desocupación, el hambre, la violencia y, sobre todo, la inmoralidad, los habitantes del pueblo de San Miguel ponían de manifestó su alegría y emoción y cumplían fielmente con la celebración de las fiestas de todos sus santos y vírgenes…


En una de esas fiestas religiosas, cuando la gente gozaba de la retreta que viene luego de las vísperas y esperaba la hora de la quema del castillo y los fuegos artificiales, incursionó en la plaza de armas un loco conocido como “Chicharras”, quien empezó a atajar a los paseantes y a voz en cuello les quería obligar a caminar en una sola dirección.


El "Loco Chicharras"


A la fiesta siguiente, por la misma actitud, el loco “Chicharras” nuevamente visitó las malolientes y pulgosas celdas de la cárcel del pueblo, pero aquello no lo hizo amedrentarse sino que, al contrario, su obsesión se hizo más fuerte, teniendo una tercera intervención cuando se celebraba por todo lo alto la fiesta patronal y la concurrencia era masiva en la plaza…

Después de despejado el asombro vino el cuchicheo entre los asistentes, y todos, incluyendo las autoridades, empezaron a marchar sobre la enorme plaza en la dirección que había indicado el loco, mientras éste, al ver que todos le obedecían, una amplia sonrisa se le dibujó en el rostro y se quedó ahí, en el centro de la plaza, contemplando complacido su triunfo.


Quedó el voto por consigna, los partidos políticos se olvidaron de sus pre electoreras campañas llenando las paredes con insultos y falsas promesas, intrigas y calumnias, reemplazándolas por la presentación de proyectos y programas realizables, ahogando a la demagogia y la mentira.

(Ya nadie gastaba en pancartas ni fotos del candidato)

El pueblo cambió. Fue saliendo de la pobreza. La región piurana se convirtió en el modelo de las otras que fueron surgiendo con el transcurrir del tiempo. Se supo aprovechar adecuadamente sus recursos y se subsanaron conflictos que algún día surgieron entre los sectores de producción, movidos por intereses políticos y de grupo que frenaban el desarrollo de la región. Con ello, los puestos de trabajo se multiplicaron y cada familia empezó a generar su bienestar económico.

La producción minera, pesquera, agrícola y ganadera supo colocar en los mercados sus productos generando divisas, las que se transformaron en obras para los pueblos, como escuela, viviendas, puestos asistenciales de salud, carreteras, servicio de luz, agua y desagüe, puentes, caminos, etc.

…Después de algunos años, en aquella plaza, tarde a tarde, se reúne mucha gente para departir y conversar de diferentes temas y recordar tiempos difíciles, llamando la atención la presencia de un personaje entrado en años, elegantemente vestido, que acude a ella diariamente, periódico en mano, para enterarse de las últimas noticias. Todos lo saludan con respeto. Los más viejos comentan que estuvo perdido de la razón y que, en ese estado, una noche de fiesta y de fábula, hizo caminar hacía un mismo rumbo a la gente en esa misma plaza, para luego desaparecer de la ciudad, volviendo después de un largo tiempo, completamente sano. (Él había sido el “Loco chicharras”)












No hay comentarios:

Publicar un comentario