miércoles, 1 de julio de 2015

EL CUENTO DEL MES (julio 2015) : EL "CHUPACABRAS" DE VIVIATE

DEDICATORIA: Para mi gran amigo Luis Castillo Acaro (Q. E. P. D.) viviateño preocupado por las cosas de su pueblo.

El “Chupa-cabras” de Viviate, con el seudónimo “Ñapique”, obtuvo Mención Honrosa en el XI Concurso de Cuentos y Leyendas (2000) convocado por Radio Cutivalú (Piura)

EL “CHUPA-CABRAS” DE VIVIATE

-          Ilustración : Imágenes de Google.
-          El nombre de la persona que aparece en este relato es imaginario.

La furia que cada cierto tiempo ponía de manifiesto el río Chira con sus desbordes y desbarranques había ido arrinconando al pueblo de Viviate hacia el cerro, hasta dejarlo pegado en su falda, sufriendo, desde entonces, las constantes avenidas de las aguas pluviales, las que la mano del hombre llegó a encausarlas mediante las quebradas bautizadas con los nombres de “La Zorra”, “Corre que te alcanzo”, “Cómo te agarro”, “La Chismosa”, “Bájate el calzón” y “La Pleitista”.
Los traslados que desde el pasado siglo XIX el río les había obligado a realizar y la lucha constante contra la naturaleza con el fin de proteger a su pueblo en su última ubicación, hicieron que en los viviateños naciera una vocación de ayuda mutua y de unión, y que vivieran alertas ante cualquier eventualidad.  A cada éxodo, a cada fuga de la inclemencia del caprichoso río Chira, además de llevar sus maltrechos bienes, ellos trasladaban sus costumbres, sus creencias y aquel dejo cantarín que tienen al hablar y que es único en la  zona provincial.
Otra de las características de este pueblo lo ponen los inexplicables y misteriosos sucesos que en él se han dado y que han quedado en la memoria de sus habitantes, como historias de fantasmas y aparecidos, de conversiones de personas en animales, de casas abandonadas desde donde llovían piedras, de perros que echaban fuego por la boca y de mondongos que, a media noche, se arrastraban por las calles.
Para todos estos hechos, los lugareños tienen una explicación, la que raya en la fantasía y la fábula.  También se dice que aquellos sucesos eran como un castigo a las relaciones pecaminosas e inmorales que sostenían algunos vecinos.  Lo que nunca podían explicar es cómo, desde hacía muchísimo tiempo, en ciertas épocas, aparecieran misteriosamente muertos, desangrados y con el cuello desgarrado, cabras, chivos, carneros y aves de corral.
Este fenómeno se repetía en los sitios hacia donde se trasladaba la población, siguiéndola como una maldición que no la dejaba en paz, causándole inquietud y temor, sobre todo a los ganaderos y pastores que siempre vivían en zozobra, pendientes de la reaparición de esta calamidad.  Todo lo que se decía al respecto de este anónimo asesino o asesinos estaba basado en suposiciones y conclusiones de mentes asustadas, pues todos desconocían al causante o causantes de esta desdicha, ya que nunca se encontró huella alguna.  Solamente se le asignaba el nombre de chupa-cabras por los estragos que causaba en sus víctimas al succionarles la sangre.
La última reaparición de este desconocido y voraz ente se produjo antes de las lluvias de 1983, cuando una madrugada el ruido de un forcejeo en su corral despertó a don Severo Navarro, quien comprobó que tres de sus hermosas cabras lecheras habían sido literalmente degolladas.  Fue entonces cuando el pánico invadió a los viviateños, los que formaron una brigada para, por las noches, velar en la ciudad, mientras que las mujeres, entre rezos, esparcían agua bendita y colocaban cruces de palma en los corrales en la creencia de que todo ello era un acto diabólico.  Aquello fue inútil porque el chupa-cabras aparecía con una creciente voracidad en los lugares menos esperados, lo que hizo que las brigadas se multiplicaran, creándose en todos los barrios grupos de hombres armados con palos, fierros y machetes.
De nada sirvió tanta precaución y tanta mala noche que pasaban los hombres queriendo atrapar al chupa-cabras.  Noche a noche el número de las víctimas iba aumentando sin que nadie sintiera su presencia.  La gente en su desesperación y pánico mandó a celebrar misas, lo que tampoco hizo menguar la acción aniquiladora de aquel ser desconocido. 
Pasaron seis meses y los vecinos de Viviate esta ban desesperados, en sus mentes se tejían las más inverosímiles fantasías sobre el caso y los niños vivían asustados, sobresaltándose ante cualquier ruido nocturno.  Aquella fiebre hizo que relacio naran este fenómeno con un octogenario de quien se comentaba que tenía una conducta inmoral, y el que curiosamente aparecía siempre en los lugares donde el chupa-cabras actuaba, lo que en una ocasión originó que la gente, que ansiaba encontrar un culpable, estuviera a punto de agredirlo, pero la cordura de un grupo logró rescatarlo de la turba.
Ojerosos y demacrados los pobladores noche a noche se movían nerviosamente esperando el llamado de algún vecino que diera cuenta de una nueva fechoría del que ya daban en llamar monstruo chupa-cabras. 
En aquel mar de confusión y de angustia, alguien tuvo la idea de construir un corral grande para reunir ahí a todos los ganados del pueblo y que grupos de hombres montaran guardia, en el intento de proteger a sus animales y tratar de atrapar al chupa-cabras. 
El funcionamiento de este cercado dio tranquilidad por unos días a los viviateños.  Pero una noche oscura en que los ganados al arrinconarse en estampida hacia un lado del corral, despertaron a los perros y éstos, veloces, emprendieron la persecución de algo que se movía a gran velocidad.  Los pastores después de comprobar que uno de los chivos  yacía en el corral completamente degollado, partieron en loca carrera tras sus perros que con sus ladridos despertaron al poblado.
Los ladridos se fueron escuchando cada vez más lejos, hacia el cerro, y los hombres con sus armas corrían tras ellos haciendo rodar, a su paso, piedras y cascajo.  De pronto los perros se detuvieron al fondo de una quebrada al tener a su presa acorralada contra la rocosa pared de la misma.
Cuando los ganaderos llegaron y las linternas iluminaron el ambiente, todos pudieron apreciar a un enorme felino en actitud defensiva frente a los canes que trataban de morderlo, pero éste, sentándose sobre sus patas posteriores empezó a mirar fijamente a los sabuesos.  Fue en ese momento en que los hombres repararon en que aquel, realmente, no era un felino sino una especie nunca vista cuya cara se confundía con la de un mono de pelo encanecido, de cuerpo parecido al de un canguro, y sus dientes, filudos en una boca babeante y rugiente, parecían los de un enorme murciélago.
Los ganaderos se quedaron como petrificados ante la presencia del perseguido, quien luego de fijar su fiera e hipnótica mirada sobre los perros, éstos empezaron a gemir y aullar de espanto y con el rabo entre las patas volvieron por donde habían llegado, mientras que las luces misteriosamente empezaron a parpadear y aquellas figura indescifrable desapareció ante sus ojos.
Repuestos de la impresión, los hombres buscaron por entre las rocas y arbustos sin resultado alguno.  En sus rostros sudorosos quedó dibujada la sorpresa y cada uno, al volver, dio una versión diferente sobre el chupa-cabras, lo que confundió y atemorizó a la población que creyó que eran muchos estos engendros.
A los pocos días llegaron las lluvias y los ganados retornaron a sus corrales.  Los hombres, mujeres y niños se entregaron a la faena de proteger sus casas de las aguas pluviales que corrían con ímpetu por las quebradas; y así el pueblo retornó a su vida habitual y a su lucha cotidiana.
Esta última aparición del chupa-cabras ha quedado a una gran distancia en el tiempo.  Hoy, para la gente joven de Viviate, todo ello es sólo una fábula, un cuento o una leyenda, pero en quienes vivieron este fenómeno, todavía existe la angustia y el temor de que, a pesar de que a ese pueblo ha llegado la electrificación y otros adelantos de la modernidad, aquel engendro pueda aparecer nuevamente a violar la tranquilidad pueblerina.
La Huaca, 1º de julio del 2015.

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