"LA HUACA"
ÓRGANO CULTURAL INFORMATIVO
Nº 34 Mes Junio 2015
LAS SERENATAS (ILUSTRACIÓN : Imágenes de Google y reales)
Cuando los relojes casi llegaban a marcar las doce de la noche, cuando las luces habían huido de la ciudad, surgían de entre las sombras los grupos de amigos cargando sus guitarras sobre el hombro, rumbo a ofrecerle serenata a la enamorada, a la novia, a la mujer amada, la que halagada se hacía la dormida para que sus padres no la emprendieran contra ella.
Ellos eran los “serenateros” que, ante el celo de los padres que no daban tanta libertad a sus hijas por aquellos remotos tiempos en que hasta se privaba a las niñas del derecho de aprender a leer y escribir para que no se “cartearan” con sus enamorados, llegaban por encargo o por propia cuenta hasta la casa de “la niña de sus ojos” para dedicarle una canción. Muchas veces la canción no llegaba a su final, pues la inesperada presencia de un furibundo padre terminaba haciendo huir al improvisado “Romeo”. En otras ocasiones era la madre que, arrojándole líquidos impropios, apagaba la pasión del galante cantor.
El instrumento musical más usado por los enamorados para las serenatas era la romántica guitarra, la que se convirtió en fiel amiga y confidente de cuitas, alegrías y desengaños. Por eso, este instrumento se hizo muy popular y no había hogar que no tuviera una guitarra, como no faltaba tampoco un aprendiz de guitarrista.
Muchos amores nacieron al compás de las serenatas, las que antiguamente se escuchaban noche a noche, pero que con el caminar del tiempo fueron disminuyendo ante la llegada de la luz eléctrica que terminó con el principal cómplice de los cantores enamorados: la oscuridad.
Hubo una época en que las serenatas experimentaron una variación. Fue el tiempo en que la luz eléctrica prestaba servicios solamente hasta las doce de la noche y se daba inicio a la era del pick-up o “Picá” (1954) Los cantantes y guitarristas fueron reemplazados por este aparato, lo que no duró mucho tiempo, dados los inconvenientes que tenía, como cargar con éste y la pesada “batería” o acumulador que lo hacía funcionar, lo que impedía correr en caso de persecución de un papá o hermano celoso e iracundo, o de una mamá de armas tomar, pues de esas escenas estuvo llena la época de las serenatas. Como ejemplo de ello está el caso de aquel ferviente y loco enamorado que con frecuencia llevaba serenata a su gran amor pero que jamás podía cantarle ni siquiera el inicio de una canción ya que la madre de la joven, que era costurera y que casi no dormía en el desempeño de su oficio, en cuanto escuchaba los primeros arpegios de la guitarra, salía decidida a acabar con el concierto; hasta que una noche el enamorado provisto de un candado, en forma silenciosa lo cerro alrededor de las armellas de la puerta y por fin pudo ofrecerle la canción que por tanto tiempo anhelaba hacérsela escuchar. Claro que al abrir el candado el enamorado tuvo que hacer uso de su mejor estado físico para poderse desprender de la “suegra” que, provista de una garrote, lo siguió un largo trecho.
La Guardia Civil tuvo bastante trabajo para velar por la tranquilidad pública persiguiendo a los bullangueros bardos, pero al final se dieron por vencidos, y algunos uniformados, que eran aficionados al canto y al guitarreo, fueron contagiados por esta trasnochadora costumbre de llevar serenatas.
La práctica de estas serenatas dio origen al surgimiento se muchos guitarristas que brillaron con luz propia y que se unieron en grupos cultivando, especialmente, la música criolla y practicando muchos de ellos la bohemia.
Entre los muchos guitarristas son dignos de mencionar por haber dejado honda huella están:
El “Maestro” Tomás Vilela Ojeda, José “El Chino” Reyes, Ezequiel “Chequelo” Andrade, Carlos Ginocchio Venegas, Delmiro Carrasco, Modesto Barrientos Nima, Francisco Carrasco, Medardo Castillo Morán, Manuel Abad, Godofredo Guzmán, Julián Farro, Faustino Carrasco Farías, Raúl Vargas Barrientos, Francisco “El Dóctor” Morales Martinez, Cosme Aguilar Martínez, Evaristo Miñán Cruz, Calixto Aguirre Martínez, Víctor “Chulillo” Castillo Morán, Elso Negrón, Clodomiro Barrenzuela, Pedro Luis Saldaña Morán, Germán Álvarez Palomeque, Pablo Enrique “Tala” Medina Ugarte, Juan Cañola Nima (eximio ejecutor de armónica) Beltrán Vargas, Manuel Price, Pedro Álvarez Palomeque, Hortensio Barrientos Cruz, Melchor “Lalo” Barrientos Cruz, Manuel “El Pavo” Talledo Barrientos.
Y de una última generación se pueden mencionar a Belisario Talledo Carrasco, Francisco Sevedón Sánchez, Eleodoro “Lolo” Imán Torres, Sixto Napoleón Talledo Carrasco, Máximo Pachérrez, Pedro Carrillo Cuadra, Jorge Talledo Vilela, Fernando “Cachito” Calderón Rivas, Oscar Torres García, Pedro Pablo “La Carrura” Palacios Pachérrez, etc. Este último ha incursionado en la composición en la ciudad de Lima.
Mucha gente añora esta costumbre porque, en realidad, era muy hermosa. Hay que considerar que esta belleza ha sido borrada por las redes sociales que ahorran al galán el camino hacia la puerta de su amada para llevarle una flor o una canción, pero se pierde de un momento romántico y bonito.
La Huaca, 10 de junio del 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario